Este año los "Kintos 86" en Semana Santa aunque yo no me olvido de los del 81!
Este artículo lo escribo porque cada año en Semana Santa en Villafranca de Navarra se celebran los "Kintos".
Los quintos eran los mozos de la misma edad que eran llamados a filas. Para despedirse de las chicas del pueblo, tenían la costumbre de reunirse y partir de ronda cantando canciones, que se componían especialmente para la ocasión. En ellas, aparecían las preocupaciones de estos jóvenes: la fidelidad o infidelidad mutuas del recluta y de la novia que dejaban en el pueblo, la vigilancia de las futuras suegras sobre sus hijas, el dolor de las madres y las novias que se separaban de estos jóvenes. A pesar de la tristeza, la partida hacia el servicio militar era también una señal de madurez de la que, a menudo, el quinto estaba orgulloso, pues el obligado exilio le daba la oportunidad de conocer mundo, y sabía que a su vuelta sería reconocido como un adulto con todas las consecuencias.
En las paredes de mi pueblo (Villafranca de Navarra) seguimos leyendo pintadas que inmortalizan a la quinta del 81 (la mía) o la de otras. Tal vez dentro de no mucho estos restos del pasado resulten totalmente incomprensibles para la población más joven pero para mi esto me trae unos recuerdos...
Todas esas cenas y comidas, las borracheras (madre mía, cada día había que llevar a alguien a casa porque llevaba una...), la txaranga, los tres días en los que salíamos de "guarros" tirándonos todo lo que os podáis imaginar y las horitas que me pasaba para lavar el pelo. En fin 100.000 cosas que este año le toca vivir a los Kintos del 86.

Los quintos eran los mozos de la misma edad que eran llamados a filas. Para despedirse de las chicas del pueblo, tenían la costumbre de reunirse y partir de ronda cantando canciones, que se componían especialmente para la ocasión. En ellas, aparecían las preocupaciones de estos jóvenes: la fidelidad o infidelidad mutuas del recluta y de la novia que dejaban en el pueblo, la vigilancia de las futuras suegras sobre sus hijas, el dolor de las madres y las novias que se separaban de estos jóvenes. A pesar de la tristeza, la partida hacia el servicio militar era también una señal de madurez de la que, a menudo, el quinto estaba orgulloso, pues el obligado exilio le daba la oportunidad de conocer mundo, y sabía que a su vuelta sería reconocido como un adulto con todas las consecuencias.
En las paredes de mi pueblo (Villafranca de Navarra) seguimos leyendo pintadas que inmortalizan a la quinta del 81 (la mía) o la de otras. Tal vez dentro de no mucho estos restos del pasado resulten totalmente incomprensibles para la población más joven pero para mi esto me trae unos recuerdos...
Todas esas cenas y comidas, las borracheras (madre mía, cada día había que llevar a alguien a casa porque llevaba una...), la txaranga, los tres días en los que salíamos de "guarros" tirándonos todo lo que os podáis imaginar y las horitas que me pasaba para lavar el pelo. En fin 100.000 cosas que este año le toca vivir a los Kintos del 86.


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sariko -
piltra76 -